Llega la hora de comer en el trabajo y tras ella, te invade una sensación de que vas a quedarte dormida sobre el teclado. Te notas lenta, cansada y hasta de mal humor. Esa pesadez al volver al trabajo después de comer se relaciona con la somnolencia postprandial, una caída de energía completamente normal y provocada, en parte, por el ritmo circadiano natural del cuerpo.
Biológicamente es normal. El biorritmo evolucionado nos habría programado para tomar una siesta cada 12 horas aproximadamente, según explica la investigadora en neurociencia Dra. Mithu Storoni en su libro ‘Hyperefficient’. Este momento después de comer, coincide, hayamos comido o no, con una bajada natural de la energía. Por suerte, hay ciertos hábitos que funcionan y con los que me puedo asegurar de seguir dándolo todo.
La hidratación es clave
Que nuestro cuerpo esté hidratado es fundamental para el funcionamiento de casi todos los sistemas del cuerpo. Por ejemplo, la deshidratación produce un declive cognitivo en todas las edades y reduce nuestra capacidad de atención. También nos provoca una mayor fatiga y un peor estado de ánimo, así que lo primero sería mantenernos bien hidratados durante todo el día.
Puede que hayas leído que los carbohidratos aumentan el sueño, por ejemplo, pero la evidencia que respalda esta idea es limitada, y quizá también hayas oído eso de que comer desvía la sangre del cerebro al sistema digestivo, lo que nos produce confusión mental, pero tampoco es cierto. “La clave para mantener la energía sostenida es mantener los niveles de glucosa equilibrados dentro de rangos normales durante todo el día”, afirmaba el biólogo Christopher Rhodes.

No te saltes el desayuno
Los expertos de la Universidad de Rochester aseguran que la mejor manera de mantener tu nivel de energía al máximo rendimiento es empezar el día desayunando. “Saltarse alguna comida afecta tu capacidad de concentración y dificulta la resolución de problemas”, explican. La evidencia científica sugiere que “los seres humanos tenemos un mejor rendimiento cognitivo y una energía más sostenida con comidas que no aumentan nuestros niveles de azúcar en sangre, es decir, comidas con una carga glucémica más baja”.
En España, la tónica es desayunar poco y mal. De hecho casi el 10% de los españoles no desayuna, pero el remedio es sencillo: solo hay que elegir qué desayunar y tratarlo como cualquier otra comida del día. Podemos dejarlo preparado la noche anterior y lo ideal es incorporar frutas y verduras, cereales integrales sin procesar y proteínas y grasas saludables. En mi caso he notado que los días que no desayuno porque voy con prisas, son los días que peor rendimiento tengo, así que siempre que puedo, me “preparo” el desayuno el día anterior.
A niveles prácticos podríamos hablar de un bol de fruta con yogurt y semillas o una tostada integral con queso, aceite de oliva y una pieza de fruta, o un porridge. Existen muchas opciones de desayunos saludables y completos que mantendrán tus niveles de glucosa en los niveles óptimos.
Evita los picos de glucosa
Nuestro cuerpo necesita saciarse, pero si quieres evitar el sueño, es importante evitar los altos picos de glucosa porque generan confusión mental, cambios emocionales y caídas de energía. Es decir, nada de desayunar bollos, ni de comer cualquier cosa delante del ordenador. La mejor forma de conseguir mantener el equilibrio en la glucosa “es combinar los carbohidratos con grasas saludables, proteínas y fibras que ayudan a retardar la digestión y extender un pico agudo de glucosa en una curva suave y uniforme”, según Rhodes. Para ello, la dieta mediterránea es una opción estupenda, pero sin que la cantidad de lo comemos sea exagerada.
Un paseo después de comer
Según el Dr. Alejandro Fernández-Montero de la Universidad de Navarra, “una caminata de 30 minutos puede producir beneficios cognitivos comparables a los de una siesta corta”. El motivo es sencillo, la actividad física ligera activa el cerebro y mejora el estado de ánimo y la atención, sin alterar los patrones circadianos. Es decir, nos ayuda a despejarnos y además, tiene un efecto probado sobre los niveles de glucosa en sangre.
Si quieres probar una siesta, no hay problema, pero para que resulte realmente efectiva tiene que cumplir ciertos parámetros. Dormir una siesta de 20 minutos contribuye a encontrar soluciones creativas a los problemas, y el mejor momento para hacerlo es de las 13 a las 16 horas. Cada vez hay más evidencia que demuestra que esa siesta corta puede mejorar nuestro bienestar, aunque confieso que cuando me echo una siesta se me va de las manos aunque me ponga la alarma, así que para mí la solución no termina de ser esa y me han funcionado muchísimo mejor los cuatro hábitos anteriores.
No son complicados de integrar en el día a día y te aseguro que las horas después de comer dejarán de sentirse como el mito de Sísifo empujando la piedra. Eso sí, recuerda lo que he comentado al principio y ten en cuenta que es normal que la energía baje a esas horas, así que si puedes, planifica las tareas menos exigentes mentalmente para esas horas. Tu mente te lo agradecerá profundamente, doy fe de ello.
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