¿Te imaginás alojarte en un vagón de tren antiguo, rodeado de verde, cielo estrellado y silencio absoluto? En el pequeño pueblo de Rosas, a solo 180 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, existe un rincón que parece salido de un cuento: La Manuelita. Se trata de un hospedaje único, donde la nostalgia ferroviaria y el confort actual se combinan para ofrecer una experiencia inolvidable.
Creado por María José y Roberto, una pareja que cambió la vida urbana por la paz del campo, este emprendimiento surgió de un sueño que tardó 24 años en concretarse. Hoy, quienes llegan a Rosas se encuentran con cinco vagones restaurados con esmero —uno de ellos convertido en una auténtica sala de cine con más de 2000 películas—, rodeados de árboles, tranquilidad y hospitalidad genuina.
Cada vagón tiene su historia, algunas tan emocionantes como los desafíos para transportarlos desde distintas ciudades del país. Varios datan de principios del siglo XX y fueron reacondicionados respetando su estilo original, pero con todas las comodidades modernas. El resultado: una postal mágica que mezcla romanticismo, diseño y una invitación a desconectarse de todo.
Además de los vagones, La Manuelita ofrece casas para alojarse en grupo, una pileta al aire libre y otra cubierta, gimnasio, sauna, jacuzzi, sala de juegos, cancha de pádel y una huerta propia. También cuentan con su propio restaurante, El Tinglado, donde se sirve cocina casera que remite a los sabores de la infancia: sorrentinos de osobuco, carnes al horno, buñuelos de acelga, mousse con flores silvestres y pan recién horneado. Todo servido con vajilla heredada de abuelas y mucho amor por los detalles.
Pero quizás lo más valioso que ofrece este lugar es intangible: tiempo para reconectar con uno mismo y con la naturaleza. En Rosas, los días pasan lento, los niños juegan sueltos, los gauchos llegan a caballo y el cielo regala vistas únicas de la Vía Láctea. No hay prisa, ni ruido, ni pantallas. Solo la inmensidad del campo y el encanto de una experiencia pensada para ser vivida con todos los sentidos.
La Manuelita no es un hospedaje más. Es el resultado de un sueño, una apuesta por la vida sencilla y una invitación a descubrir que, a veces, lo extraordinario se esconde en los lugares más tranquilos.