Cerrillos, y su corazón de zamba

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La provincia de Salta es un abanico interminable de bellos paisajes, un crisol de colores que sorprenden a los viajeros durante los doce meses del año. Desde la incomparable Cafayate y su valle rodeado de bodegas y viñedos, pasando por el colorido circuito por la Quebrada de las Conchas o la impresionante Quebrada de las Flechas, o bien la atrapante Cachi con sus construcciones de adobe.

Fundada en 1582 por el español Hernando de Lerma para convertirse en nexo entre los minerales de Potosí, en Bolivia, y el puerto de Buenos Aires, “La Linda” sirve como punto de partida para recorrer pequeñas localidades que la rodean y que, cada una de ellas, tiene vida y encanto propio. 

Y uno de los destinos muy elegidos dentro del territorio es Cerrillos. En el corazón del Valle de Lerma salteño, al que se accede a través de la ruta nacional 68, se levanta San José de los Cerrillos, un pintoresco pueblo que se destaca por sus construcciones bajas y su plaza, frente a la que se ubica la iglesia principal. En un sitio que enamora por su paz y testimonio de ello quedó inmortalizada en la zamba que popularizaron Los Chalchaleros y que dice “Cómo olvidarte Cerrillos si por tu culpa tengo mujer”.

Esta localidad está caracterizada por el cultivo del tabaco, tan típico de este valle. Fue fundada en 1822 y en ella se firmó el Pacto de Cerrillos, acuerdo entre los Generales Güemes y Rondeau, a partir del cual el Gobierno nacional reconoce al primero de ellos como gobernador de Salta.

Los corsos de Cerrillos son una marca registrada en la provincia. (Turismo de Salta)

Una de las atracciones más convocantes es el tradicional corso con más de 100 años de historia. Entre carrozas, comparsas y caporales que bailan al ritmo de la música, cajas y tumbadoras, los locales hacen sentir al turista uno más de esta fiesta inolvidable. Su historia refleja que todo comenzó con el entusiasmo de los inmigrantes europeos por recrear las mismas tradiciones de sus tierras. En los primeros corsos participaban carrozas que se armaban sobre carros tirados por bueyes y que estaban adornados por telas, papeles de colores y flores, naturales y artificiales. Las chicas que iban en los carruajes las arrojaban al público que las veía desfilar, de ahí que se ganó le dio la denominación de Corso de Flores.

La parroquia San José, con su estilo post modernista, conserva las imágenes de la antigua iglesia que se derrumbó. La sorpresa para los que llegan hasta allí está en el Altar Mayor y la mesa de Ofrendas, donde verás una impactante imagen de la Última Cena tallada en mármol. En tanto, una travesía imperdible es al Cerro San José, para conocer la Gruta que alberga la imagen del Santo Patrono. A caballo o a pie, desde la altura uno puede sacar una foto panorámica de Cerrillos y del Valle de Lerma que quedará en el recuerdo por siempre.