Durante años ha estado a la sombra de la vecina Barcelona pero la provincia de Girona se ha consolidado en los últimos tiempos como uno de los destinos turísticos más potentes de España y, especialmente, como una de las joyas gastronómicas de Europa. De hecho, esto último no ha pasado desapercibido para la edición estadounidense de ‘National Geographic’, que la acaba de describir como uno de los puntos estrella de la cocina de nuestro país. Y no solo por la constelación de estrellas Michelin que se juntan en su mapa…
Esto es algo en lo que ha sido clave una familia en particular: la de los hermanos Roca. Ellos han sido los embajadores de una cocina que no solo es técnica, sino que conecta con lo emocional y tiene un origen territorial. La última apertura de Joan, Josep y Jordi es Esperit Roca, en una antigua fortaleza del siglo XIX en lo alto de una colina, a las afueras de Girona. Por lo que la experiencia es para todos los sentidos y empieza mucho antes del primer bocado.
Aunque, por supuesto, es la cocina la que cuenta la historia con platos como la cigala artemisa: un langostino a la parrilla con una salsa de mantequilla tostada por encima, aceite de vainilla y artemisa salvaje (una hierba amarga que crece libremente en la zona y que también se usa para hacer licor). No obstante, la identidad gastronómica de Girona bebe de muchas más fuentes…
Para empezar, la cercanía con Francia significa siglos de intercambios culturales que se traducen en un cruce de sabores en la gastronomía de la zona. Del mismo modo, como lugar mediterráneo que es ha ido absorbiendo influencias de íberos, romanos, árabes y judíos. El resultado es una cocina que combina la técnica con la memoria y el paisaje. Esto último, en la línea de lo que decía el escritor Josep Pla de que “la cocina de un país es su paisaje puesto en la cazuela”.

Además, los Roca no fueron los primeros en poner a Girona en el mapa internacional de la gastronomía. Unos kilómetros al norte, en el pueblo de Roses, Ferran Adrià revolucionó antes la cocina con su legendario El Bulli, que llegó a ser el mejor restaurante del mundo cinco veces antes de cerrar en 2011. Hoy, la semilla que plantó sigue dando frutos y la provincia cuenta con 15 restaurantes con estrella Michelin que acumulan entre todos 20 estrellas. Para una población de apenas 750.000 personas, es un logro importante.
Eso sí, limitarse a hablar de alta cocina sería quedarse corto en un lugar cuya cocina se nutre de lo que dan los campos fértiles del Empordà, la costa agreste de la Costa Brava o sus pueblos medievales del interior. La verdadera riqueza gastronómica de Girona está en lo cotidian: en los mercados de barrio, en los restaurantes familiares que llevan generaciones cocinando lo mismo, en los asadores de carretera donde los platos tradicionales se sirven sin artificio.
Uno de los locales que destaca ‘National Geographic’ es el Restaurant Ibèric, en el pueblo de Ullastret, que continúan la tradición que inició el padre de los chefs en los años 70 y donde el menú no ha cambiado mucho en medio siglo. Otro lugar donde la tradición se conserva con fuerza es el Mercat del Lleó, en pleno centro de Girona, más modesto y menos turístico que la Boquería de Barcelona. También Casa Marieta, un clásico de la Plaza de la Independencia donde se puede comer por 20 euros o La Taverna del Mar, en S’Agaró, para una mariscada frente al mar.
Foto de portada | Tuna Ekici y Esperitroca