En bicicleta por la ciudad

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Amanecimos tarde, como corresponde después del largo viaje que emprendimos desde San Martín de los Andes. A pesar de ello, una intensa y blanquecina neblina parecía no querer despegar de la ciudad, permaneciendo inmóvil en medio de la ciudad de Rosario.

Luego de mucho remolonear, decidimos ponerle fin a la fiaca. Una ducha caliente y un café negro era lo que necesitábamos para tomar coraje y salir a conocer la fresca mañana de Rosario.

Como por arte de magia, la bruma que envolvía la ciudad comenzó a levantarse, y con ella, el brillo, los sonidos y los aromas característicos de la metrópoli comenzaron a lucirse ante nuestro paso. Para nuestra sorpresa, el frío no era tanto. De hecho, un haz de luz solar, que se colaba por entre las grisáceas nubes de invierno, aportaba cierto grado de calidez a la visita.