Viajar con conciencia: los ocho destinos del mundo que conviene evitar en 2026

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Armar un viaje siempre es un plan que entusiasma. Buscar pasajes, imaginar paisajes lejanos y soñar con nuevas experiencias forma parte del ritual viajero. Sin embargo, también aparece una responsabilidad: elegir destinos de manera más consciente. En ese marco, la tradicional revista de viajes Fodor’s volvió a encender una luz de alerta con su lista anual de lugares que recomienda no visitar en 2026, una selección que invita a repensar cómo y a dónde viajamos.

La llamada “Lista de no visitar” no apunta a destinos poco atractivos ni peligrosos en sí mismos. Por el contrario, se trata de sitios tan populares que hoy enfrentan serios problemas derivados del exceso de visitantes, la falta de infraestructura adecuada, conflictos sociales y un creciente deterioro ambiental. Para elaborar el ranking, la publicación consultó a especialistas en turismo, cultura, gastronomía y recreación, con el objetivo de evaluar el impacto real que el turismo está generando en cada lugar.

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En lo más alto del listado aparece la Antártida, un territorio extremo que fascina por su belleza intacta. El problema es que el turismo crece más rápido que las regulaciones. La llegada constante de cruceros y visitantes amenaza un ecosistema frágil y excepcional, difícil de proteger y aún más de recuperar. Conservacionistas advierten que, sin límites claros, el daño ambiental podría ser irreversible.

Otro caso emblemático es el de las Islas Canarias, uno de los destinos europeos más elegidos, especialmente en invierno. El aumento sostenido de turistas provocó protestas de los residentes, crisis habitacional por el avance de los alquileres temporarios y una presión cada vez mayor sobre los recursos naturales. La escasez de agua y el desgaste de la infraestructura aparecen como desafíos urgentes para el archipiélago.

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En Estados Unidos, el Parque Nacional Glacier enfrenta una paradoja dolorosa: mientras sus glaciares desaparecen a causa del cambio climático, el número de visitantes no deja de crecer. La concentración de turistas en pocos meses del año genera embotellamientos, acumulación de residuos y una mayor perturbación de la fauna. Algo similar ocurre en la región suiza de Jungfrau, donde el auge turístico pone en jaque el equilibrio entre conservación ambiental y calidad de vida de los habitantes locales.

Europa también aporta otros nombres a la lista. Isla Sacra, cerca de Roma, vive un conflicto entre proyectos de desarrollo portuario y la defensa de ecosistemas costeros delicados. Montmartre, uno de los barrios más icónicos de París, recibe millones de visitantes al año, lo que disparó los precios inmobiliarios y amenaza con vaciar de residentes una zona históricamente cargada de identidad y vida cultural.

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En América Latina, Ciudad de México aparece señalada por el impacto social del turismo prolongado y los alquileres temporarios, que transformaron barrios tradicionales y profundizaron tensiones culturales. En África, Mombasa refleja los efectos de un crecimiento turístico desordenado: playas contaminadas, infraestructura deficiente y un atractivo que empieza a desgastarse.

La recomendación de Fodor’s no es dejar de viajar, sino hacerlo mejor. Explorar destinos alternativos, elegir temporadas menos concurridas o priorizar lugares comprometidos con el turismo sostenible puede marcar una gran diferencia. Viajar también es una forma de cuidar: al tomar decisiones informadas, no solo mejoramos nuestra experiencia, sino que ayudamos a preservar esos lugares para el futuro.

Pensar el viaje desde esta mirada invita a algo más profundo que una simple escapada. Es imaginarse allí sabiendo que nuestra presencia suma, respeta y no deja huella negativa. Porque viajar bien también es una manera de querer al mundo.